miércoles, 22 de julio de 2020

CRISTO ROMPE LAS CADENAS (MARCOS 9:23)

CRISTO ROMPE LAS CADENAS




Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
Marcos 9:23


INTRODUCCIÓN

Debido a diferentes circunstancias, podemos experimentar en nuestra vida diversas ataduras, algunas pueden persistir durante muchos años, aún después de conocer a Cristo como Nuestro Salvador. Es relevante para el creyente identificar estas ataduras en nuestras propias vidas y en las de nuestros familiares y amigos. La Escritura nos muestra en muchas ocasiones como Jesús puede librarnos de las cadenas y maximizar nuestro potencial espiritual. Veamos uno de estos casos y apliquemos estos principios en nuestro diario vivir.

ESTUDIO

Un hombre lleno de preocupación, buscaba desesperadamente ayuda para su hijo. Era atormentado por un demonio que le quitaba el habla. Le relató a Jesús todo el sufrimiento que constantemente padecía su hijo por causa de este espíritu maligno. Constantemente tomaba control de su cuerpo, lo sacudía con violencia, y lo tiraba al piso. Con horror este padre observaba como brotaba espuma de la boca de su hijo, como maltrataba sus dientes, y como provocaba rigidez en su cuerpo. La impotencia marcó su vida durante mucho tiempo. De la misma manera, cada uno de nosotros puede presentar sus aflicciones a Cristo (v17-18).

Jesús pidió que le llevaran al muchacho, e inmediatamente el demonio se manifestó. Tenía gran control de su vida, lo había atacado desde que era un niño. Muchas veces este espíritu intento matarlo. Su afligido padre debe haber buscado ayuda desesperadamente, cansado de luchar por tantos años con esta situación. Pero cuando supo de Jesús, su espíritu debe haberse llenado de esperanza, clamó por misericordia, suplicó su ayuda, y recibió una poderosa palabra: al que cree todo le es posible. Esta promesa se mantiene vigente para cada uno de nosotros. Fortalezcamos nuestra fe con la ayuda de Nuestro Señor Jesucristo (v19-23).

Muchas de las dificultades de nuestra vida tienen un origen espiritual. Las soluciones que el mundo nos ofrece siempre serán insuficientes para responder a las profundas necesidades del alma. No perdamos más el tiempo,  la solución definitiva a nuestras penurias es Cristo. Aun cuando nos enfrentemos al más intimidante adversario, las promesas en Su Palabra pueden alentarnos para presentar batalla y salir victoriosos. Con su poderosa palabra, Nuestro Señor ordena a cualquier enemigo que salga y no vuelva más a nuestra vida. Gracias a su poder podemos alcanzar la liberación total de cualquier atadura o cadena (v24-25).

Para muchas personas nuestra situación puede ser irremediable. Quizá nos hayan llamado un caso perdido, sin ninguna esperanza. Nunca faltará quien lance diabólicas frases tratando de minimizar el poder de Cristo en nuestra vida. Alcoholismo, drogadicción, inmoralidad, mentira, sea lo que sea que nos ate. Para los espectadores de este milagro de liberación el muchacho había muerto, para los espectadores del milagro de Cristo en nosotros podemos estar muertos también, pero ningún ser humano tiene la última palabra sobre nuestra situación. Dios sabe cuál es Su Voluntad para nuestra vida, y tiene el poder para cumplirla (v26).

Quizá en nuestra búsqueda de soluciones no topamos con personas que en lugar servirnos de apoyo o ayudarnos a salir de nuestra precaria situación, no hundieron más. Pudimos a ver puesto nuestra confianza en esas personas, y nos sentimos muy decepcionados por su respuesta a nuestra necesidad. No podemos poner nuestra confianza en los hombres, siempre terminaremos lastimados (Jeremías 17:5). Solo hay uno digno de confianza, solo hay uno digno de fe, Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Nunca nos abandonará, tomará nuestra mano, nos enderezará, y nos dará el impulso necesario para que nos pongamos en pie y sigamos (v27).

Luego de haber recibido el milagro de la liberación, vendrán retos mayores a nuestra vida, gigantes que vociferen amenazantes. Por lo que debemos prepararnos espiritualmente para enfrentarlos con el poder de Cristo. Procuremos presentarnos como obreros aprobados, sin nada de qué avergonzarnos (2 Timoteo 2:15).  Es el momento de practicar con rigurosidad las disciplinas que fortalecen nuestro espíritu. La oración y el ayuno forman parte integral de la vida del creyente, y pueden marcar la diferencia entre una vida victoriosa, andando en el Espíritu; y una vida gris, mediocre, llena de temor, siempre escapando de la adversidad (v28-29).

CONCLUSIÓN

Depositemos nuestra confianza en Jesús, entreguemos nuestras cargas a él. No dejemos pasar el tiempo. Acortemos el sufrimiento. Nuestro Señor puede y quiere actuar en nuestra vida, para protegernos de cualquier enfermedad, para proveernos de todo lo necesario, y para cuidar nuestra mente y corazón de cualquier ataque del enemigo. Aun cuando parezca que ya no hay alternativas, y ya no tengamos fuerzas para seguir luchando,  la Escritura nos declara que servimos a un Dios todopoderoso, que hace nuevas todas las cosas.

ORACIÓN

Santo Señor, gracias por Su Palabra, y por darnos la oportunidad de disfrutarla. Ayúdenos a crecer en la fe, de modo que recurramos sin dudar a usted cada vez que enfrentemos un  tiempo aflicción. Llénenos con su Espíritu Santo para testificar con poder de sus maravillas. En el nombre de su hijo amado Cristo Jesús. Amen.

LA DECISIÓN MÁS IMPORTANTE DE SU VIDA

Dios  le ama, y entregó a su hijo Jesucristo en rescate por usted (Juan 3:16), a pesar que todos los seres humanos somos pecadores, y esto nos condena a la muerte eterna (Romanos 3:23). La consecuencia del pecado es la muerte, pero Dios le ofrece un regalo, la salvación por medio de Jesús (Romanos 6:23). Usted puede ser un hijo de Dios, recibiendo a Jesús como su Salvador, creyendo en su nombre (Juan 1:12), la forma de hacer esto, es confesar nuestros pecados a él en oración; él es fiel y justo, le perdonará (1 Juan 1:9). No espere más, él está tocando la puerta de su corazón en este momento, para iniciar una relación personal con usted, que cambiará su eternidad (Apocalipsis 3:20) Reciba a Cristo como su Salvador hoy.

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