sábado, 21 de mayo de 2011

ESCLAVOS DE LA JUSTICIA (Romanos 6:15-23)

ESCLAVOS DE LA JUSTICIA

Somos esclavos de aquel a quién decidimos obedecer (Romanos 6:15-23)



“Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza que les fue transmitida. En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia.” Romanos 6:17-18 (NVI)

INTRODUCCIÓN

Obediencia es una palabra con mucho poder para todos los seres humanos. El objeto de nuestra obediencia puede determinar no solo nuestro bienestar y comportamiento en este mundo, sino también en la eternidad. Ineludiblemente a quien entreguemos nuestra obediencia es nuestro amo, sea en lo material o en lo espiritual. La clave del asunto, es entregar nuestra voluntad a la persona que puede darnos vida eterna, en lugar de entregarnos a un destino de destrucción.

ESTUDIO

El Apóstol Pablo establece al principio de esta porción que ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia (v15). Esta maravillosa declaración del evangelio, es aprovechada desde los tiempos del nuevo testamento por personas sin escrúpulos, instrumentos de Satanás seguramente, para incitar a los creyentes al pecado, alegando que ya no es necesario vivir en santidad. Nada puede estar más alejado de la verdad que eso.

¿A quién obedece usted? La persona a la que usted decide obedecer es sin lugar a duda su jefe, maestro, líder o amo, y esto sin importar las razones por las cuales usted haya decidido obedecerle. El texto nos deja claro que en términos espirituales solo puede escoger dos señores a los que servir, sea al pecado que lleva a la muerte, o a la Palabra de Dios para justicia. En cualquiera de los casos nos convertimos en esclavos de aquel a quién decidimos servir (v16).

Si hemos sometido nuestro corazón a la enseñanza que nos trasmite la escritura, tenemos mucho porque estar agradecidos al Señor. Ya que podemos decir con toda propiedad que fuimos esclavos del pecado, rendimos a él nuestra voluntad, pero Dios en su misericordia ha operado el maravilloso milagro de la regeneración en nuestra vida (v17).

Podemos afirmar con propiedad, que si hemos recibido a Cristo como Señor y Salvador, ya no somos más esclavos del pecado, sino esclavos de la justicia (v18). No porque fuéramos merecedores de ello, mucho menos porque haya hecho grandes obras, si es que alguna hemos hecho, todo es por su gracia. Renunciando a la esclavitud del pecado, que solo nos lleva a la eterna condenación, somos hechos libres de su destrucción.

Continuando con esta alegoría sobre la esclavitud, cuando éramos esclavos del pecado, utilizábamos nuestro cuerpo para cometer pecado, y en concesión que hacíamos con la maldad, reforzábamos nuestro compromiso de obediencia para nuestra propia destrucción. Con la misma determinación que antes podíamos ofrecernos a la carne, ahora que hemos conocido a Cristo, nos ofrecemos a su servicio, amando su justicia, y aborreciendo la maldad (v19).

La esclavitud al pecado produce ceguera espiritual. Padeciendo una y otra vez sus terribles consecuencias en el alma, reforzando las cadenas que nos atan, y sin siquiera saber que podemos ser libres, por la obediencia a una enseñanza sencilla y práctica que transformará nuestra vida (v20).

Si ya hemos sido redimidos, podemos ver que nuestro anterior proceder solo estaba plagado de hechos vergonzosos, que nos llevaban a la muerte (v21). Si aun no hemos conocido el Camino, seguiremos ciegos, en rumbo a nuestra destrucción, por un sendero que nos llena de dolor todos los días. Sin esperanza, sólo existiendo para el siguiente fracaso.

Sometiéndonos en obediencia a la voluntad de Dios, podemos experimentar como cada día, nos acercamos a la estatura de un varón perfecto, Cristo Jesús Señor nuestro. Y cosechamos cada día frutos de santidad que nos llevan a la vida eterna (v22). En ninguna manera hemos alcanzado ya plenitud de la justicia, eso solo será posible en la eternidad, con Cristo. Pero cada día podemos aproximarnos más a ese objetivo, con plena certeza que ya no estamos camino a la destrucción.

El mundo, la carne y Satanás solo buscan nuestra destrucción, nuestra muerte eterna. El regalo que nos ofrece Dios por medio de Jesucristo es la vida eterna (v23). Nuestra obediencia a su voluntad hace la diferencia en nuestra eternidad. Sea con Cristo para salvación y vida eterna, o con el pecado para eterna condenación y sufrimiento.

CONCLUSIÓN

Solo tenemos dos maneras de pasar la eternidad, siglos y siglos, en gozo junto a nuestro Señor Jesús, o en horrendo sufrimiento en el infierno. La diferencia entre ambos es solo la decisión de recibir a Cristo como nuestro Señor. Una vez conocido y aceptado, podemos hacer que nuestros cortos días en la tierra sean llenos de bendición, obedeciendo su voluntad. Experimentando los beneficios de la obediencia al Señor, podemos reconocer que su voluntad es tan efectiva y poderosa, que la decisión más inteligente que podemos tomar, es volvernos sus esclavos incondicionales, esclavos de su justicia.

LA DECISIÓN MÁS IMPORTANTE DE SU VIDA

Todos hemos pecado, y estamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23), y el destino de los pecadores es la muerte eterna, pero Dios decidió ofrecernos como un regalo la vida eterna por medio de Jesús (Romanos 6:23), solo tenemos que recibirlo y creer en su nombre para ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12), confesando nuestros pecados, él puede perdonarnos y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9). Él está tocando la puerta de su corazón este día (Apocalipsis 3:20), recíbalo como su Salvador hoy.